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9.27 h


Con los nervios de punta y el rifle automático en la mano, Hap empujó al presidente escaleras arriba y pasillo abajo hacia la salida de atrás. Llevaban ya cuatro minutos de retraso sobre el tiempo que les había concedido a Marten y a José para rescatar a las mujeres y sacarlas de la iglesia, y eso no le gustaba. El hecho de llevar los dos discos duros de los ordenadores máster de Foxx en el bolsillo del pantalón le producía escaso alivio. Tenía la misma sensación ahora que cuando le advirtió al presidente, al principio, que sin entrar el código correcto antes de extraerlos quedarían dañados y, por tanto, inútiles. Y unos discos inútiles a cambio de la vida del presidente era un trato que carecía de sentido.

Pero ya estaba hecho y lo único que les quedaba ahora era seguir adelante. Y en eso estaban.

A diez metros pasillo abajo estaba la puerta que daba al aparcamiento trasero de la iglesia, donde habían dejado el coche eléctrico. Hap sacó la BlackBerry que tenía pre programada con el SMS que le tenía que mandar a Woody en el momento en que salieran del edificio y tuvieran cobertura.

Tres metros más y vio al presidente que miraba hacia arriba con ansiedad, al pasar frente a las escaleras por las que Marten y José habían subido hasta la nave de la iglesia. Estaba a oscuras y en silencio y supo lo que el presidente estaría pensando. Que tal vez ya habrían rescatado a las mujeres y estaban fuera esperándolos. Pero esto, como la obtención sin defectos de los discos duros, era una especie de quimera y él lo sabía. La situación en la parte superior de la iglesia era demasiado compleja para que dos hombres -o, mejor dicho, un hombre y un muchacho-pudieran sortearla con eficacia. A estas alturas, estaba convencido de que Marten y José estaban muertos. Y también las dos mujeres.

– ¡Hap! -Oyeron el grito agudo de Marten detrás de ellos. Se volvieron y vieron a Marten y a José aparecer al fondo de las escaleras, con Demi en medio de los dos. La mujer tenía el rostro pálido como la cera, la cabeza caída encima del pecho, el pelo y el vestido escarlata, chamuscados y todavía humeantes.

Sollozaba descontroladamente y parecía encontrarse en un estado semiconsciente.

– ¡ Marten, Dios mío! -El presidente dio media vuelta y se dirigió hacia ellos, pero Hap lo atrapó y lo detuvo.

– ¡Maldita sea! ¡No! ¡Presidente, nos vamos! ¡Ahora!

– ¿Y la otra chica? -El presidente seguía mirando a Marten.

Marten negó con la cabeza mientras los hacía avanzar. Tenía el pelo quemado, el pelo y la cara totalmente negros y chamuscados. José estaba casi en el mismo estado.

Ahora estaban ya en la puerta. Hap los hizo detenerse y luego la abrió con mucho cuidado. Al cabo de medio segundo salió él solo, levantó la BlackBerry y le mandó el mensaje de rescate a Woody.

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