Hotel Victoria Warsaw. Varsovia, Polonia, 6.20 h
– Hola, Victor. ¿Has dormido bien? ¿Has desayunado? Victor apagó la tele, luego cogió el móvil y se puso a caminar por la habitación en calzoncillos:
– Sí, Richard, a las cinco y media; no he dormido en absoluto. Anoche no me llamaste como me habías prometido. No sabía lo que había ocurrido. Temía que algo hubiera salido mal.
– Lo siento, Victor, te pido disculpas. Hemos tenido un poco de lío, por eso he retrasado la llamada. Ha habido un cambio en nuestra agenda.
– ¿Qué cambio? ¿Qué sucede?
La paranoia que había estado carcomiendo a Victor durante horas se le disparó. De pronto tenían reservas, lo sabía. En el último minuto tenían dudas sobre su capacidad y habían decidido llevar a otra persona. Richard iba a despedirle sin vacilar. Lo mandaría de vuelta a casa. Y luego, ¿qué? No tenía dinero; ellos se lo habían pagado todo. Ni siquiera tenía un billete de avión para regresar a Estados Unidos.
– Victor, ¿sigues ahí?
– Sí, Richard, aquí estoy. ¿Qué es esto, ese -hizo una pausa, aterrado de decirlo- cambio de agenda? ¿Quieres que me marche de Varsovia, ¿no?
– Sí.
– ¿Por qué? Puedo hacerlo. Sabes que puedo hacerlo. Hice lo del hombre en Washington. Y luego me cargué a los jinetes, ¿no? ¿Quién más puede disparar como yo? ¿Quién más, Richard? ¡Dímelo! No, yo te lo voy a decir: nadie. ¡Nadie es tan bueno como yo!
– Victor, Victor, cálmate. Tengo toda la fe del mundo en ti. Sí, quiero que te vayas de Varsovia, pero es por el cambio de planes del que te hablaba. No tienes que preocuparte, todo está en orden. Cuando llegues, todo estará listo para ti como siempre.
Victor soltó un suspiro. Luego, de pronto se puso más tieso, orgulloso. Se sentía mejor:
– ¿Dónde tengo que ir?
– Es un pequeño trayecto en tren, de menos de tres horas.
– ¿En primera clase?
– Por supuesto. El tren número 13412 a Cracovia. Sales a las 8.05 de la mañana y llegarás a las 10.54. Ve directo a la zona de taxis y busca el coche número 7121. El taxista dispone de las instrucciones y te llevará el resto del trayecto, de unos cuarenta minutos.
– ¿Cuarenta minutos hasta dónde?
– Auschwitz.