2.22 h
Se encontraban los cuatro bien protegidos por una espesa capa de árboles casi en lo más alto de una ladera empinada cuando vieron los tres helicópteros de ataque. Llegaron a buena altura y luego, rápidamente, descendieron y desaparecieron por el otro lado del torrente, a casi dos kilómetros de donde estaban. Al cabo de sesenta segundos los helicópteros volvieron a elevarse y luego empezaron a recorrer lentamente, uno tras otro, el torrente hacia abajo con los reflectores balanceándose arriba y abajo, cubriendo bien toda la zona.
– Han dejado equipos de tierra -dijo Hap.
El presidente se dirigió rápidamente a José y habló en español:
– ¿Adónde vamos ahora?
– Hasta la parte superior de esta colina y luego volvemos a bajar durante unos veinte minutos. Luego tendremos que volver a cruzar el río.
– Y allí es donde salimos a la zona descubierta de la que hablabas antes.
– Sí.
– ¿Muy descubierta?
– Durante doscientos metros. Una vez pasado volvemos a terreno rocoso y a través de bosques, bajando ya hacia la estación.
– ¿Y cuánto faltará, entonces?
– Quieren llegar rápido, ¿no?
– Sí.
– Pues entonces bajaremos por un barranco entre las rocas, un couloir, como dicen los franceses. Es roca de pizarra y muy empinada, pero nos ahorramos más de tres kilómetros de trayecto y casi cuarenta minutos. Y como encima hay formaciones rocosas, los helicópteros no nos podrán ver.
El presidente miró a Marten y a Hap y tradujo, y luego preguntó:
– ¿Nos arriesgamos bajar por ese tobogán a oscuras?
– Ustedes deciden -dijo Marten.
El presidente miró a Hap:
– ¿Cómo tiene el hombro?
– Estoy bien. Bajamos por el tobogán y no se hable más.
– ¿Quiere otra pastilla para el dolor?
– No -dijo Hap, y luego rectificó-: Sí, por favor.
– Presidente -dijo Marten a media voz-. Antes no hemos tenido la oportunidad de descansar. Nos estamos agotando. No sólo Hap; todos. Tenemos que aprovechar para descansar un poco o ninguno de nosotros va a conseguirlo.
– Tiene razón -el presidente miró a Hap-. Sea usted quien decida: cuando esté listo, lo dice.
– Sí, señor.
2.32 h
– Vamos -dijo Hap, y se levantó de pronto. Los otros lo imitaron, dispuestos a seguir. Marten los detuvo: -Hap, a riesgo de meterme en sus asuntos. Nuestra misión es conseguir que el presidente llegue a la estación y pueda dirigirse a las personas allá reunidas. La misión de ese Woody el piloto y la misión de todos los demás que han traído con ellos es encontrarle y llevárselo de aquí.
– ¿Qué trata de decirme?
– Lleva una 9 mm y un rifle automático. Deme una de las dos.
Hap vaciló y luego buscó por su cinturón, por debajo de la manta, sacó la Sig Sauer de 9 mm y se la dio a Marten.
– ¿Sabe cómo usarla?
– Perfectamente.